✅ Prólogo: ¿Por qué Nagarjuna ahora?
Prólogo del libro "Vacuidad operativa. Hacia una subjetividad posthumana".
“No estudiamos a Nagarjuna para admirar un filósofo del siglo II. Lo invocamos porque su vacuidad es la única herramienta que puede desactivar la bomba del yo en el siglo XXI.”
Estamos en crisis. No solo climática, económica o política. Estamos en crisis de subjetividad. Creemos que somos entidades fijas — “yo soy esto”, “yo debo ser aquello”, “sin esto, no soy nadie”—. Y ese apego al yo como cosa nos está matando: nos enferma, nos aisla, nos explota, nos vuelve adictos al rendimiento, al like, al consumo, al reconocimiento.
Nagarjuna, filósofo budista del siglo II d.C., no ofrece consuelo. Ofrece deconstrucción radical. En sus Versos del Camino Medio (Mūlamadhyamakakārikā) y en su Abandono de la Discusión (Vigrahavyāvartanī), desmonta sistemáticamente la ilusión de que algo —ni el yo, ni el mundo, ni el tiempo, ni la causa, ni el efecto— tenga esencia inherente (svabhāva). Todo, dice, surge dependiendo de condiciones (pratītyasamutpāda). Y por lo tanto, todo es vacío (śūnyatā).
No es nihilismo. Es liberación.
Como escribe Luis O. Gómez, uno de los más grandes traductores y estudiosos del Madhyamaka en Occidente:
“Nagarjuna no niega la realidad. Niega que tenga esencia. Y en esa negación, abre el espacio para todo lo posible.”
— Luis O. Gómez, The Way of the Madhyamika
Y Juan Arnau, astrofísico y filósofo, traductor de Oriente para el colapso contemporáneo, lo lleva aún más lejos:
“La vacuidad no es un concepto. Es un acto de guerra contra las metafísicas que nos esclavizan. Contra la idea de que hay un ‘yo’ que debe triunfar, poseer, trascender. La vacuidad es la rendición que nos hace libres.”
— Juan Arnau, La palabra frente al vacío
Este libro no es un comentario académico. Es un vehículo. Una tecnología cognitiva. Un protocolo de liberación subjetiva para el siglo XXI. Está escrito para que lo usen:
Neurocientíficos que quieren entender la mente más allá del cerebro.
Psicoanalistas que buscan disolver el fantasma sin caer en nuevas doctrinas.
Diseñadores de IA que sueñan con algoritmos que no refuercen el ego, sino que lo disuelvan.
Activistas que luchan contra el capitalismo no solo en las calles, sino en la estructura misma del deseo.
Meditadores que ya no quieren “mejorar”, sino soltar.
Adolescentes que se ahogan en la presión de ser alguien.
Abuelas que saben que todo pasa.
Árboles, ríos, algoritmos, fantasmas, bacterias — todos los seres.
Porque la vacuidad no es para unos pocos. Es para todos. Es el espacio donde todo se vuelve posible.
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